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LECTURAS RECOMENDADAS

 

 

   SOBRE LA VIOLENCIA DE GÉNERO

 

 

Hirigoyen, Marie-France., El acoso moral. Grupo Planeta, Barcelona, 2020

 

“El acoso moral”- según la autora- es el concepto que describe la posibilidad de destruir a alguien sólo con palabras, miradas o insinuaciones”.

En este libro, Marie-France Hirigoyen, psiquiatra y psicoanalista especializada en el acoso psicológico, analiza este tipo de relaciones destructivas y nos enseña a identificarlas, ya sea en la pareja, la familia o la empresa, con el objetivo de que las víctimas puedan tomar conciencia de su situación y puedan librarse de esta influencia tan negativa.

 

 

   SOBRE EL DUELO

 

 

LILIANA CAZENAVE Y OTROS

 

El duelo y los niños

 

(Ediciones Grama, Buenos Aires, 2018)

 

Reseña: PETRA RAMONELL

 

 

La lectura que proponemos esta vez es “El duelo y los niños” de Liliana Cazenave Grama Ediciones. Buenos Aires, 2018. Este libro resulta de las conclusiones extraídas de un trabajo conjunto de investigación realizado en el departamento de estudios sobre el pequeño Hans, del Instituto Clínico de Buenos Aires.

 

Se trata de una obra muy interesante porque(…) El título “El duelo y los niños”(…).puesto que el duelo no es ajeno a la infancia, el niño tendrá que pasar por muchos duelos: la pérdida del pecho y posteriormente, se habrá de truncar la relación simbiótica entre madre e hijo/a, mediante la cual se complementaban “haciendo Uno con el otro”; con ello se quiebra la continuidad con la persona que formó parte de sí mismo. Y al dejar de “tenerse uno al otro,” el niño podrá integrar esta pérdida inscripta como falta y constituirse como sujeto deseante.

 

Otro aspecto a tener en cuenta, en la clínica de la infancia y adolescencia, es el papel que juegan las situaciones de duelo de los progenitores. Así, en los momentos tempranos, cruciales en la transmisión de una lengua, un niño puede quedar caído del deseo de una madre en duelo, o ir al lugar del tapón de dicho duelo, cuando viene a cubrir otras frustraciones y pérdidas de la madre; con consecuencias decisivas para la estructura del futuro sujeto.

 

La obra está dividida en cuatro partes vinculadas entre sí.

 

l. La primera parte trata del duelo a través de las épocas.

 

En el primer capítulo, a partir de la obra de Philippe Ariés, la autora, propone examinar las diversas actitudes ante la muerte en el transcurso de la historia y determinar las causas que las han producido. Vemos como, desde la antigüedad hasta la edad media, la muerte estaba integrada en la vida familiar y era un asunto público; los cuerpos eran enterrados en iglesias u osarios comunes, espacios donde transcurría la vida cotidiana de la comunidad.

 

Con el proceso de individualización en el siglo XV se va tomando distancia con la muerte. Ya, en el siglo XIX con el romanticismo, ante la angustia de la muerte, se reacciona haciendo ostentación del duelo. En cambio, a partir del siglo XX, los ritos y ceremonias desaparecen dejando la muerte en manos de la ciencia. En nuestros días, se promueve ocultar la pena y abreviar todos los ritos que acompañan la muerte hasta convertirla en un tabú. Según Ariés, hoy la muerte produce vergüenza. Se intenta que el moribundo no tenga conciencia. Se dice a los niños que los muertos están en el cielo y para elaborar el duelo, se inventan ritos particulares a la medida de cada sujeto.

 

Si bien la muerte ha sido acallada, hemos visto como ha retornado con el exterminio y la producción de cadáveres. En algunos países, con el término “desaparecido” se ha eliminado el estatuto de sujeto para el fallecido y la inscripción de su muerte a sus descendientes. Ello ha permitido al exterminador mantener el efecto imaginario de omnipotencia borrando el nombre del sujeto que pudo ser ubicado con un nombre propio, para ser nombrado y reconocido en su contexto social.

 

En el capítulo siguiente, nos describe una ceremonia que aún persiste en algunos pueblos de México, Bolivia, Perú y Ecuador. El ritual que surge ante el dolor causado por la muerte de una criatura. Esa práctica, que consiste en una reunión festiva en torno al cuerpo del niño difunto, es otra manera de enmascarar la angustia ante la muerte.

 

El capítulo 3, nos habla de las consecuencias que acarrean en la subjetividad la exclusión de ritos y ceremonias para acompañar el duelo en nuestra época. En la clínica, un duelo detenido, al ser imposible articularlo por la vía significante, la angustia reaparece provocando una serie de síntomas tales como: lesiones psicosomáticas, depresión, pasajes al acto, anorexia-bulímia, adicciones etc.

 

El capítulo 4, bajo el título de “una muerte silenciada y sus retornos”, pretende denunciar aquellas prácticas propias del terrorismo de Estado que tuvieron lugar en Argentina durante la dictadura militar entre 1976 y 1983. Prácticas que implicaron la desaparición forzada de personas, con la tortura, el secuestro y la apropiación de niños. Recoge el historial de una niña secuestrada y apropiada a los 23 meses de edad, siendo ambos padres desaparecidos y asesinados. A pesar del desamparo en el que el rapto la había sumido, ella, logró resistir al despojo y fue restituida a su abuela materna a los 7 años

 

En el capítulo 5, nos propone el análisis del film: “Las flores del cerezo” de la directora Dorris Dörre, producido en Alemania y estrenado en el año 2008, para ilustrar a través de una bella historia de amor, como los personajes en duelo quedan al margen de esta época acelerada. A pesar de ello, logran atravesar el doloroso proceso de la pérdida y por otra parte, aceptar el desafío de tomar una nueva posición frente al deseo.

 

II. La segunda parte expone las bases teóricas para la clínica del duelo, desde el psicoanálisis. Paso a paso, va desgranando las enseñanzas de Freud y Lacan. Intenta ubicar los puntos de encuentro y diferencias de las tesis freudianas y lacanianas y nos muestra como ambos autores fueron retocando y ampliando su teoría sobre el duelo a lo largo de sus obras.

 

En primer capítulo introduce el concepto del duelo. Por un lado, duelo significa dolor, aflicción y por otro lado, batalla. Puesto que en su opinión, el trabajo de duelo va acompañado de un dolor y de un desafío para la estructura psíquica. Ese desafío que implica el duelo, se refiere tanto a la recomposición del mundo simbólico, como también a la posibilidad de hacer algo con este agujero que provoca la pérdida.

 

En el capítulo 2, que titula “Amor, deseo y goce en el duelo” habla de la función del amor en el duelo, pues según su opinión es el amor lo que mantiene la existencia psíquica del ser desaparecido. En efecto, ante la desaparición del amado, el yo retira los afectos de su entorno y lo dirige al ser perdido

 

En el capítulo 3, expone algunas de las aportaciones teórico clínicas de Freud. Destaca que el concepto de duelo en Freud va más allá de la muerte de un ser querido. El duelo puede darse en una separación, la ruptura de una relación amorosa, la pérdida de un trabajo, de un logro o de prestigio; como también, del pasaje de una época a otra de la vida, de la infancia a la pubertad, a la adultez o vejez.

 

La novedad de Freud consiste en poder aceptar el duelo como un trabajo psíquico de simbolización, que consiste en poder aceptar y admitir la pérdida, puesto que aunque el objeto haya desaparecido en lo real, sigue existiendo psíquicamente. En efecto, el objeto de amor más allá de su existencia en la realidad, sigue teniendo una presencia fantasmática en nuestro inconsciente.

 

Con ello, sustituye la función simbólica y social de los ritos del duelo por el duelo psíquico, que es un trabajo subjetivo singular. Esta es una tarea lenta y dolorosa, debido a la sobrecarga de afecto depositado, sobre las representaciones del objeto perdido, que se realiza durante el trabajo de duelo.

 

Freud distingue el duelo normal del patológico. Ambos, comparten afectos como el dolor, la desazón, la cólera, el desinterés hacia vida, la pérdida de la capacidad de amar y una creciente inhibición en la productividad. La diferencia la encontramos en los diferentes grados de dificultad y, como en la melancolía, en la imposibilidad de elaborar el duelo. Mientras un duelo normal transcurre en uno o dos años, uno patológico puede permanecer detenido ilimitadamente y eternizarse.

 

La aceptación de la pérdida no se realiza de manera automática, pues ello constituye una verdadera conmoción y desestabilización psíquica. Freud sostiene que en el trabajo del duelo es necesario ir vaciando la identificación imaginaria al objeto perdido (el tenerse uno a otro) hasta que se haya agotado, para que deje paso a la identificación pura al rasgo unario (simbólico). Como podría ser: la dedicación a los otros, la pasión por el saber, el espíritu de lucha, la creatividad, etc.. Esta identificación permite situar el lugar de su falta. En efecto, es con los rasgos del objeto perdido que se podrá simbolizar la pérdida real como falta simbólica.

 

En el caso de la melancolía, la identificación con el objeto perdido imposibilita el trabajo de duelo. Se trata de una identificación que tiene carácter masivo, total, no parcial. Freud lo expresa con la enigmática frase: “la sombra del objeto cae sobre el yo”, para dar cuenta de la imposibilidad, en la melancolía, de realizar el trabajo de duelo. Uno dirige su agresividad hacia si mismo, con menosprecio y autorrepoches.

 

Los capítulos 4 y 5 nos introducen de lleno en lo que será el núcleo central del libro, el duelo en Lacan. Veremos como si al principio avanza y aporta nueva luz sobre los impasses freudianos y concibe el duelo como un proceso de simbolización; progresivamente va abordar su trabajo del duelo a partir de lo real, de lo que no se puede simbolizar. El duelo aparece aquí construido sobre el modelo del trauma, y afecta a la trama del fantasma que estructura la causa del deseo, el lugar de la falta, necesaria para acceder al deseo.

 

Si Freud resuelve la pérdida por la vía simbólica de la identificación, para Lacan se hace necesario un segundo paso, una operación que concierne lo real. Es un acto de la asunción de la falta, no solamente de aceptar la pérdida de quien nos hizo falta sino de suplementarla con la pérdida de una parte de nosotros mismos que estaba en juego en esta relación. Esto supone, el aceptar perder lo que uno era para el otro. Se trata de la decisión de seguir viviendo con la pérdida a cuestas, habiéndola aceptado. De este trabajo, el sujeto sale de allí transformado. El acto por el que se concluye un duelo es, para la autora, una ocasión privilegiada para asumir una nueva posición frente a la pérdida originaria y a la causa del deseo. En ocasiones un duelo inicia la búsqueda de deseos postergados, actividades que pueden estar ligadas a la actividad sublimatoria y que encauzan esta finalización del trabajo de duelo.

 

El fin del duelo no pasa por la sustitución del objeto perdido. Este es insustituible. No tiene equivalente. Esto constituye un punto incurable en el duelo, un punto imposible. La aceptación de este punto, confiere dignidad al sujeto en duelo. En cambio, en la melancolía, la pérdida no puede simbolizarse como falta. Ante la imposibilidad de separarse de este objeto, el sujeto ataca su propia imagen. El sujeto melancólico no puede realizar el trabajo de separación. Se reduce a una identificación absoluta con los rasgos del objeto como si fueran características propias.

 

Ante la pérdida y en las mismas coordenadas estructurales de la melancolía, el sujeto puede reaccionar con la manía. El sujeto parece que desea muchas cosas y va de un objeto a otro. Lacan dice que en la manía la falta no funciona como lastre, como una plomada que le permita anclar.

 

En el caso de los niños, cuando las pérdidas son muy tempranas, se hace más difícil, si no imposible inscribir la pérdida como falta, ya que se encuentran en el trayecto de las operaciones constitutivas de su subjetividad. Ante esta imposibilidad se puede dar lugar a respuestas donde falla la simbolización como en el caso del autismo y la psicosis.

 

El capítulo 6. El duelo estructural y su impasses: Fanny y Alexander. La autora toma el film Fanny y Alexander (1982), obra maestra de Igmar Bergman, para examinar este cruce entre duelo y Edipo. Sus observaciones nos aportan una lectura y una amplia interpretación de este magnífico film

 

III La tercera parte : La pubertad y sus duelos.

 

Parte de las consideraciones de Freud, que entiende la pubertad como una serie de transformaciones que llevarán la vida sexual infantil a su constitución definitiva y que se concretará en la elección de objeto. Por su parte, Lacan se refiere a la pubertad como un despertar, es el momento de transición en el que el joven afronta en su cuerpo lo real del goce de una manera inédita. Ese despertar alude a lo traumático que despierta la relación del cuerpo propio en esta etapa que altera los semblantes infantiles. El sujeto se ve confrontado a una suerte de cataclismo subjetivo. Se trata de un exilio que exige un trabajo de reordenamiento psíquico.

 

IV. En la cuarta parte expone una rica casuística como herramienta clínica, que permite situar los obstáculos que detienen o imposibilitan el trabajo del duelo y las intervenciones del analista para precipitarlo. Títulos sugerentes como El duelo detenido, Un duelo que hacía falta, Un niño como tapón de un duelo, Duelo y trauma, etc. Nos describe y precisa los duelos por los objetos parentales y los semblantes infantiles que se manifiestan en la pubertad. Otros, despliegan el cruce del duelo con el trauma y las consecuencias en el niño, al ocupar el lugar de tapón del duelo materno.

 

Valga aquí este pequeño reconocimiento a la autora de este libro, a cuya lectura animo al lector. Sin duda esto le ayudará a descubrir que el tema del duelo es fundamental por ser la vida una sucesión de pérdidas. Pero como afirma la autora “la posibilidad de tramitarlas permite mitigar el dolor de existir y transformarlo por vía del deseo en ocasión de alegría”. (Cazenave, 2018)

 

 

ALTERNATIVAS ANTE EL MALESTAR SUBJETIVO EN LA SOCIEDAD ACTUAL


  1. Introducción

  2. El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM).

  3. Psicoanálisis y DSM-IV. Incidencias en la subjetividad.

  4. Entrevista TV: Dr. Pedro Cavadas

  5. Entrevista con el Dr. Breggins

 

Históricamente hemos podido observar como cada época ha abordado el malestar subjetivo según el pensamiento reinante, reflejo de su coyuntura económica y sociocultural.

Lo mismo observamos en nuestros días en que, inmersos de lleno en un sistema capitalista y altamente consumista, apoyado en la Ciencia y la Técnica, se nombra al sujeto a partir de su trastorno o síntoma y se le anima a consumir psicofármacos para hacer frente a su malestar. Con ello, vemos como el sujeto deja de dirigir su propia vida sin poder expresar su deseo, mientras los laboratorios se enriquecen cada vez más.

Ante este hecho, nos proponemos desde el Psicoanálisis una reflexión acerca del malestar en nuestra sociedad poniendo el énfasis en la cura por la PALABRA que lleve al sujeto a encontrar su propio lugar y bienestar.

 

 

2. El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM)

 

¿Qué es el DSM ?

 

A lo largo de la historia de la medicina y la psiquiatría ha quedado clara la necesidad de confeccionar una clasificación de los trastornos mentales; siendo muy difícil para los médicos, psicólogos y psiquiatras llegar a un acuerdo. Las muchas nomenclaturas que se han creado a lo largo del tiempo se han diferenciado según su enfoque parta de la descripción del trastorno (fenomenológico) o se base en sus causas (etiológico).

 

La primera clasificación del DSM-I (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) fue en 1951 y era un glosario de descripciones de las diferentes categorías diagnósticas . Fue el primer manual oficial de los trastornos mentales de utilidad pública.

En esta primera edición domina el concepto psicofisiológico de reacción de Meyer que se aproxima a la teoría psicoanalítica. Así aparecen los conceptos de mecanismos de defensa y neurosis o conflicto neurótico. Por ello, el diagnóstico del paciente es considerado como una unidad que no puede ser fragmentada en aspectos separados.

 

La edición del DSM-II (1968) fue similar al anterior, no representa ningún avance; pero hace una crítica a la presencia de conceptos psicológicos, como la categoría genérica de neurosis y la inclusión de mecanismo de defensa. En este contexto, va resurgiendo el interés por la obra de Kraepelin que acaba imponiéndose; valorándose más los aspectos empíricos que los teóricos.

 

En 1980 con el confección del DSM-III se introducen una serie de importantes innovaciones metodológicas. Se abandonan las concepciones de Meyer y del Psicoanálisis y se vuelve a las líneas de Kraepelin; cuyos criterios están basados en manifestaciones fenomenológicas descriptivas, signos, síntomas más que en causas psicodinámicas, sociales o biológicas. Además se abandonan los términos neurosis e histeria.

En 1987 ante la constatación de algunas inconsistencias en el uso del DSM-III, la American Psychiatric Association sugirió una revisión y algunas modificaciones del DSM-III, con lo que obtuvo el DSM-III-R.

 

En 1994 se edita el DSM-IV que ha sido el sistema de clasificación más ampliamente usado de la historia. Sus bases conceptuales fundamentales no difieren del DSM-III. La definición del trastorno mental sigue siendo el mismo que en el DSM-III y el DSM-III-R. Sin embargo, ahora se parte de una filosofía lo más empírica posible; así los criterios de diagnóstico se centran en signos objetivos y minimizan lo puramente subjetivo de carácter emocional; como resultado la comprensión del caso clínico pierde riqueza. Creemos que no es posible ni deseable que los criterios diagnósticos se limiten exclusivamente a síntomas que sean directamente observables, dejando de lado lo intrapsíquico.

Podemos afirmar que con el DSM-IV se va apartando del punto de vista psicológico para acercarse a explicaciones biologistas. Se han sustituido los síntomas clínicos : la interpretación de malestar, los conflictos psicosociales e intrapsíquicos por signos de enfermedad, transformando con ello, el discurso existencial y fenomenológico en biologista. (Jarne y Talarn, 2002)

 

El principal objetivo del DSM-IV es proporcionar descripciones claras de las categorías diagnósticas. Siguiendo los objetivos de la American Psychiatric Association lo usan psiquiatras, psicólogos, asistentes sociales, enfermeras, terapeutas ocupacionales y de rehabilitación y otros muchos profesionales de la salud. La participación de muchos expertos internacionales ha asegurado que el DSM-IV posee la más amplia gama de información y pueda aplicarse y usarse en todo el mundo y su publicación ha sido toda una revolución en la comunidad científica mundial. (López Ibor, 2005)

 

Unos años después, en 2013, el DSM-IV ha sido reemplazado por el DSM-5. Algunos expertos han criticado esta última edición, por carecer muchas de sus revisiones de apoyo empírico. Por otra parte se piensa que su contenido pudo verse condicionado por los intereses de las industrias farmacéuticas, debido a que muchos de los integrantes de los grupos de trabajo, que se encargaron de su elaboración pertenecían a ellas.

 

 

3 . Psicoanálisis y DSM-IV. Su incidencia en la subjetividad.

 

Ante la progresiva tendencia en nuestra sociedad, al uso de psicofármacos que se emparenta con el DSM-IV; María Florencia Harraca, psicoanalista, en su artículo “Psicoanálisis y DSM-IV. Su incidencia en la subjetividad” hace un análisis crítico y reflexivo acerca de esta práctica clínica cada vez más frecuente en nuestros días. Según la autora, la Psiquiatría, el Conductismo, lo que hoy podemos llamar las Terapias Cognitivo Comportamentales, con el fin de aglomerar el campo de la Salud Mental han construido el Manual Diagnóstico y Clasificatorio de las enfermedades mentales, en el cual, cualquier conducta desviada, tiene la posibilidad de ser definida y medicada como una alteración de lo establecido como normalidad.

 

Tal como sostiene (Harraca, 2013) el uso del DSM-IV, que partió de la la Asociación Americana de Psiquiatría, ha ido ganando espacio en diferentes ámbitos de trabajo: escuelas, gabinetes psicopedagógicos, juzgados, hospitales, hasta convertirse en el instrumento que les permita a los legos, sin ser psiquiatras, saber el nombre técnico de los trastornos, conllevando con ello el peligro de generar una clínica masificadora del sujeto (…) Desafortunadamente, el grado de infiltración de esta ideología dominante ha tomado a muchos Psicólogos y Psiquiatras en soldados al servicio de los intereses económicos de los sectores que se benefician día a día de la gestación de esta manual. La autora, en ese artículo hace una reflexión a cerca de la práctica clínica en los tiempos que corren y quiere constar lo que ocurre con el psicoanálisis en este contexto. Partiendo de los textos de Lacan y otros autores, aborda la temática desde una metodología cualitativa, que como sabemos, considera la singularidad del sujeto en la producción de conocimiento.

 

Veamos a continuación algunas observaciones, a nuestro entender particularmente relevantes.

 

En primer lugar aborda un elemento fundamental en la dirección de la cura: la cuestión del diagnóstico. Destaca el hecho que el diagnóstico no significa lo mismo según se trabaje en relación al DSM-IV, o según se realice desde la escucha psicoanalítica. El diagnóstico en Psicoanálisis se realiza en relación a la posición subjetiva del paciente, a su historia, y a los significantes que lo determinan. En cambio, el DSM-IV se utiliza con el objeto de dar una respuesta cerrada que no puede dar lugar a la pregunta por el deseo, siempre cambiante. De ahí, que el sujeto que padece un malestar queda coagulado en un nombre que no es el suyo, pero que en muchos casos termina etiquetándolo bajo ciertas cartas de presentación como “soy trastorno obsesivo compulsivo” “soy depresiva” etc.

Contrariamente a esto, la apuesta desde el psicoanálisis implica que el nombre propio del sujeto, actúa liberando este congelamiento y al ser considerado como sujeto singular, éste podrá encontrar su lugar en lo simbólico. La clínica del trastorno, busca en cambio, eliminar el síntoma sin escuchar al inconsciente; mientras que el diagnóstico en psicoanálisis no pretende la adscripción de los malestares del paciente a un código predeterminado y no busca un denominador común que cobije al sujeto bajo un mismo significante.

 

Observar estas contraposiciones nos conduce a pensar que el DSM-IV, ignora lo que ya la Psiquiatría Clásica y el Psicoanálisis ya sabían: que la pregunta por el diagnóstico debe incluir estructuralmente al sujeto y a la historia que lo determina; contrariamente al discurso de la ciencia y la religión que sostienen una verdad para todos e imponen formas homogéneas de subjetivación. Vemos como el DSM-IV en vez de ordenar desordena y oscurece el camino de la psiquiatría actual por seguir un horizonte clasificatorio, donde las estructuras subjetivas quedan reducidas a trastornos, signos y síntomas, susceptibles de ser tratados con psicofármacos y alguna terapia conductista.

 

Otra cuestión que considera la autora, es lo que ocurre con los tiempos y los lazos con el deseo, en una época que invita a la impulsión, a la inmediatez y no a la reflexión. Afirma que el lugar del analista es construir un espacio abierto a la singularidad y a la verdad de cada caso, que posibilite un tratamiento subjetivo; partiendo de un tiempo no inmediato, no cronológico sino de un “tiempo lógico” propio del sujeto del inconsciente; puesto que el proceso analítico, es un proceso singular donde cada sujeto necesita su propio tiempo para comprender.

 

De su experiencia como psicoanalista en el ámbito hospitalario con niños, critica la práctica habitual entre profesionales médicos que consiste en la aplicación de una bateria de test y la rápida transmisión de un informe y diagnóstico al médico. Con esta práctica, cree que el niño queda estandarizado, según los resultados de un test o del diagnóstico realizado según el DSM-IV, y enmarcado en un tiempo cronológico inmediato, excluyendo con ello el tiempo subjetivo del niño. Este proceso se basa en una lectura superficial del síntoma a partir de hechos empíricos, sin cuestionar la demanda del sujeto. De esta manera, se borran sus fantasías, su historia, qué siente, cómo piensa, cómo vive (…) En fin, en el discurso del trastorno se busca un niño que responda a las demandas del docente, del médico, siendo objeto de manipulación y evaluación según sean los objetivos y expectativas de dichos profesionales.

Ante esta evidencia, la autora, reclama un posicionamiento ético en nuestra práctica clínica que resguarde al sujeto y a su tiempo subjetivo; interrogando la demanda y poniendo en juego el desencuentro entre demanda y deseo.

 

Se interroga acerca de cómo podrá el sujeto hacer frente al discurso postmoderno, a lo que Lacan nombró discurso capitalista, y las posibles incidencias sobre la subjetividad. Considera el DSM-IV como un inventario del Neoliberalismo. Los portavoces de la ciencia postmoderna traen la ilusión de que para cada deseo hay un objeto y para cada desilusión un psicofármaco. El avance de la ciencia y su proliferación de diferentes objetos en el mercado, promueve la ilusión de completud, e intenta taponar la falta, atentando de este modo contra el deseo. Se trata entonces de la promoción de goce, con ausencia de una ley que haga de límite. Como consecuencia, este falso discurso esta generando una cierta masificación y generalización del goce que dificulta al sujeto responsabilizarse subjetivamente. Ese “para todos” es lo que arrasa la singularidad del sujeto y desde el psicoanálisis no puede haber un manual de nomenclaturas que nombre el malestar del sujeto, idénticamente en todos los casos que encajan en esta categoría. No hay un saber para todos, se trabaja caso por caso. (Harraca, 2013)

 

Ante este hecho, la autora se pregunta sobre la responsabilidad del psicoanalista ante nuestra sociedad. Si quienes trabajan con el DSM-IV, no lo hacen desde la clínica del sujeto, sino que trabajan con una serie de síntomas descriptos previamente, y más aún por fuera de la transferencia. Piensa que desde el psicoanálisis se acata una doble responsabilidad: de parte del analista un posicionamiento ético-epistemológico, desde el cual se pueda lograr que el paciente llegue a la palabra, y del lado del analizante la responsabilidad subjetiva que en transferencia, la dimensión de la palabra abre. Sostiene, con Freud y Lacan que nuestra práctica desde el Psicoanálisis, no pretende librar al sujeto de sus conflictos, desde la posición del discurso del Amo, que corrige y dirige; sino precisamente en la escucha neutral para que el sujeto pueda empezar a hablar y para que diga esa verdad que la inhibición, el síntoma y la angustia denuncian. (Harraca, 2013)

 

Para terminar, la autora quiere compartir un fragmento de una entrevista que le hacen a Lacan (1974) publicada por la revista Magazine Littéraire, en febrero de 2004. Este fragmento, es pertinente por su relación a la apuesta por la singularidad y por el trabajo del caso por caso que sostenemos desde nuestra práctica clínica.

 

“el descubrimiento del psicoanálisis es el hombre como animal hablante (…) Deshagámonos del hombre promedio, que no existe. No es más que una ficción estadística (…) Cuando escucho hablar el hombre de la calle, de encuestas, de fenómenos de masa y de este género de cosas, pienso en todos los pacientes que vi pasar por el diván durante cuarenta años. Ninguno se parece en ninguna medida a otro, ninguno tiene las mismas fobias, las mismas angustias, la misma manera de contar, el mismo miedo de no entender”.



 

4. Entrevista Dr. Cavadas: "Liarla Pardo". La Sexta

5. Entrevista al Dr. Breggin. El peligro de los psicofármacos:

Doctor Breggin. Doctor en Medicina. Psiquiatra. Director del Center for the Study of Empathic Therapy.

El doctor Breggin es conocido como la conciencia de la Psiquiatría. Autor de más de 20 libros y más de 70 artículos científicos. En su obra ”Dejar los psicofármacos” nos habla del funcionamiento de las industrias farmacéuticas y nos previene de la peligrosidad de los psicofármacos. Según su opinión, la interrupción del tratamiento puede ser más doloroso que su inicio.

Los psicofármacos: estimulantes, sedantes, los tranquilizantes como el Valium, los estabilizadores del ánimo y los antipsicóticos, pueden provocar desequilibrios químicos, adicción, pérdida de memoria y dificultades para el aprendizaje.

BIBLIOGRAFÍA


 

Harraca, M, F. (2013) “Psicoanálisis y DSM IV. Incidencias en la Subjetividad”. V Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XX Jornadas de Investigación. Facultad de Psicología. Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires


 

Www. Aacademica.org/000-54/726


 

López Ibor, J. y Valdés, M. (2005) Manual Diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Revisado. Barcelona: Editorial Masson.


 

Jarne, A. y Talarn, A. (2004) Manual de Psicopatología clínica. Barcelona: Editorial Paidós

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